Un pueblo como el haitiano, que lleva la protesta en la sangre, no ha pisado las calles por el asesinato de su presidente, perpetrado hace una semana, y tampoco se han visto expresiones públicas de duelo.
El magnicidio, acaecido después de tres años realmente convulsos, marcados por protestas, violencia, secuestros, ruina económica y la covid-19, ha dejado a la población en estado de ‘shock’.
La inquietud y el temor de los ciudadanos es patente y se expresa en las calles, que permanecieron desiertas en los dos primeros días tras el crimen y después fueron poco a poco recuperando… Seguir leyendo
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