Estas conclusiones se fundamentan en investigaciones en economía del comportamiento. Esta disciplina, a caballo entre la economía y la psicología, busca explicar por qué emergen comportamientos irracionales desde un punto de vista económico.
Uno de los principales investigadores en este campo, el austriaco Ernst Fehr, realizó un estudio en torno al año 2000 que muestra, aunque con un panel reducido de 40 personas, qué actitudes siguen las personas.
Una cuarta parte del grupo contribuye al interés general, pase lo que pase, otra cuarta parte solo piensa en sí mismo y la mitad son los famosos «contribuyentes condicionales», es decir, esperan a ver cómo se comporta la mayoría.
Presión social necesaria
En este contexto, las redes sociales tienen «tendencia a mostrar demasiados malos ejemplos, lo que da la impresión que solo hay polizones», lamenta Sutan. «Esto crea un círculo vicioso».
Sin embargo, también puede tener un efecto beneficioso ya que permiten que las personas indignadas difundan su desaprobación en las redes sociales y hagan que las más egoístas reflexionen sobre su actitud.
«Piensan obtener un beneficio si van al parque porque han mostrado un acto de valentía», precisa Sutan. Pero si pesa sobre ellos la amenaza de la desaprobación en las redes sociales, la osadía «sale muy cara, porque (el reconocimiento en las redes sociales) es todo lo que tenemos en este momento», agrega.
¿Cuál es entonces la mejor estrategia para que se respete el aislamiento? ¿Reforzar las medidas y multiplicar las multas, como en España o Italia, o bien, hacer un llamado a la responsabilidad de los ciudadanos, como hizo Macron?
Una mezcla entre los dos, según varios economistas, que consideran que es positivo el hecho de que las autoridades francesas exijan a quien sale a la calle un formulario en el que se explique la razón que justifica su desplazamiento excepcional.
«Cuando pones tu firma en un papel, hay un mecanismo que hace que la gente, si ya eran personas dispuestas a respetar las reglas, deseen también respetar este compromiso», dice el investigador Thierry Aimar, que enseña neuroeconomía en el Instituto de Ciencias Políticas de París.
«Esta firma creará mecanismos mentales que consistirán en respetar el compromiso para evitar una forma de disonancia cognitiva», prosigue. «Y en el caso de la mayoría de personas que ya respetaban las normas sociales, el cerebro reforzará la autodisciplina», explica.
Pero el efecto puede diluirse a largo plazo, en función de lo que hagan unos y otros.
«Si los comportamientos oportunistas se desarrollan, la actitud de la gente naturalmente respetuosa con las normas puede evolucionar hacia la otra dirección», concluye Aimar, para quien, de todas formas, en este contexto inédito, cual pronóstico es una aventura arriesgada.
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