
Con más de medio millón de personas contagiadas y más de 32,000 muertes en América Latina, la pandemia del coronavirus nos manda el mensaje de que todavía sigue siendo la peor amenaza para la vida humana en este hemisferio.
Por tanto, tenemos que mantener la guardia de la defensa en alto, asumiendo cuantas medidas sean necesarias y apropiadas para bajarle la velocidad a la propagación del virus, hasta que se minimice su gravitación y letalidad en nuestro ambiente.
La mejor estrategia, por el momento, es la de guardar distancia física entre los ciudadanos, en cualquier lugar en que se encuentren. Así, dicen los expertos, podemos desarticular la cadena de contagio.
Sin embargo, esta regla elemental no ha sido muy observada ni aquí ni en otros países de la América Latina, como es el caso de Ecuador, México, Brasil y Perú, los que mayor número de muertes acumulan.
En esos espejos debemos vernos ahora que estamos dando los primeros pasos hacia una desescalada en cuatro fases de las restricciones iniciales aplicadas para enfrentar la pandemia.
No podemos darnos el lujo de relajar la regla del distanciamiento, como ha ocurrido en plena etapa de la cuarentena parcial y flexible y ahora, en el primer día de la reapertura.
Como el distanciamiento es, más que nada, un reflejo de la voluntad personal de los ciudadanos, el más crucial ejercicio de defensa colectiva es ese.
Si no hacemos conciencia de la obligatoriedad de cumplir con esta regla elemental, que no tiene nada de imposible, estaremos dejando el camino libre al virus para que destroce nuestras vidas y la economía nacional, la base de sustentación de nuestra supervivencia,
Por tanto, no bajemos la guardia ni un minuto hasta que estemos seguros de haber vencido al Covid-19. Que esta sea la consigna nacional.
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