Septiembre de 1964. Luego de seis meses de duro entrenamiento y más de un mes en etapa de expectativa, sin conocerse de qué se trataba, se lanzaría Radio Guarachita revelando su identidad y programación definida.
Rhadamés Aracena, dueño de la radioemisora y creador del revolucionario concepto que marcó un hito en la historia de la radio dominicana, sentado frente al staff de bisoños locutores que formaríamos el equipo (excepto uno, todos rondábamos los diez y siete años de edad), fue claro y preciso al decir, con un paquete de discos de 45 r.p.m. enfrente: “Esta emisora depende de estos discos. Si no se promueven, no se venderán y si no se venden, no habrá con qué pagarles los salarios. Así que no inventen: repitan y repitan estos discos.”
Se trataba de discos con las etiquetas “Guarachita” y “Suni” (alias de Sunilda, la esposa de Rhadamés). Merengues de Guandulito y “discos de amargue” o “cachivaches”, tal se les llamaba. A ellos se añadían algunas rancheras, canciones de Javier Solís y, a determinadas horas, boleristas de Columbia Records, representada en el país por La Guarachita, tienda de discos de la calle El Conde. El blanco de público de esa “música rastrera”, como llegó a llamársele en algunos círculos: segmentos periféricos y rurales. Clases C y D. Por tanto, los niveles A y B la aborrecían y, cuando alguien nos presentaba ante un grupo de esos segmentos, se sentía el halo de rechazo porque no éramos más que locutores de “música de guardias”. Para esos niveles, las radioemisoras eran HIN, Radio Mil, Cristal, y cual fuera la que no se identificara con aquella que dio identidad propia y única a Radio Guarachita.
Para nuestro “equipo locutoril”, la tarea no fue fácil. Inteligentemente, Rhadamés había hecho una selección de jóvenes con cierta preparación intelectual. No éramos simples “pone discos” y voceadores de soeces, como se hubiera esperado para la tarea de promover ese tipo de música. Por ejemplo, William Tavárez tenía formación marxista; María Victoria, una académica universitaria; Bernardo Palau Pichardo, veterano periodista de El Caribe y así por el estilo.
Por eso chocaba cuando se nos identificaba como los locutores de Radio Guarachita, ante grupos de “nariz parada”, intelectuales y “niñas bonitas” de la calle El Conde o Gascue. Por cierto, me enamoré de una de esas niñas de Gascue y la visité una noche en su hogar. Cuando me identifiqué ante su madre, su hija jamás volvió a aceptar mi llamada telefónica. ¡Así era la cosa!
Sin embargo, entre la gente llana, sincera y humilde de barrios y campos, éramos auténticos líderes, al extremo de que sobornaban a los guardianes de la radioemisora para que les permitieran vernos a través de un cristal. Nos invitaban a visitarles y nos recibían como se recibía a Rafael de España o a Luis Segura. ¡Nos exhibían!
Ahí comenzó la verdadera penetración de a la hoy llamada “bachata”. Rafael Encarnación, Mélida Rodríguez, Luis Segura, José Manuel Calderón, Los Ahijados, etc., todos debieron pasar por la gran máquina impulsadora que se llamó Radio Guarachita y su tienda de discos.
Para entonces, jamás hubiésemos imaginado que un día, eso que fue casi pecado recibiría el título de “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”.
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