Los datos del estudio, que encabezó Rebecca H. Bitsko, del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC), partieron de los registros oficiales de la Encuesta Nacional de Salud Infantil, por lo cual ofrecen “un panorama general”, como destacó Philip Kendall, director de la Clínica de Desórdenes de Ansiedad en Niños y Adolescentes de la Universidad de Temple.
“Sin dudas —dijo— hay un aumento en la identificación de los niños con la ansiedad grave”, también denominada angustia. “Crecen en un ambiente de volatilidad”.
Diagnosticar la ansiedad es capital, según Grados. “Puede ser la etapa temprana de otras condiciones: el trastorno bipolar y la esquizofrenia se pueden manifestar inicialmente como ansiedad”. En su opinión también hay un problema en el modo en que la ciencia se ocupa de estas cuestiones: “El autismo fue diagnosticado en la década de 1940, la depresión adolescente, a mediados de los ’80s. La ansiedad aparece tarde”.
Los datos de la encuesta nacional se basan en los informes de 65.000 padres y encargados de niños de 6 a 17 años. Aquellos que reconocieron que sus hijos tenían esos problemas de salud mental, describieron el nivel que percibían: el 10,7% habló de una depresión grave y el 15,2% habló de una ansiedad grave.
“Los niños con ansiedad y/o depresión tendían más a ser diagnosticados con otras condiciones, como desórdenes de conducta o neuronales y obesidad”, interpretó el estudio Science Daily. También mostraban “más uso de los servicios de salud, más problemas en la escuela y mayores niveles de irritación en los padres”.
Entre otros hallazgos del estudio se destacó que la angustia y la depresión eran más comunes entre los niños blancos no hispanos. También que la escuela, un factor histórico, permanece: “Ahora medimos todo, y la escuela pone tanta presión en los niños por la competitividad”, dijo Grados. “He visto niños de 14 años internados en instituciones que decían que tenían que escoger una carrera”. infobae.com
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