
El rostro de terror e incertidumbre de una muchedumbre que huía sin rumbo, alejándose del sur de la isla de Manhattan, muchos a través de la Quinta Avenida, muchos descalzos y sin mirar atrás, me ha acompañado durante 20 años.
También la imagen de otros, que detuvieron su carrera y lloraban sin consuelo, desmoronados, impotentes, sentados frente a edificios, a un paso de la estación Grand Central, donde muchos llegaron en un intento baldío por salir de la ciudad.
El 11 de septiembre del 2001, un día soleado en que se celebraban primarias demócratas en Nueva York para elegir a su candidato a la alcaldía, una noticia paralizó la ciudad que apenas comenzaba la rutina de trabajo: un avión se había estrellado contra una de las icónicas Torres Gemelas de 110 pisos, en lo que al principio se creyó… Seguir leyendo
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