En octubre de 2019, antes de que se oyera hablar del extraño bicho que iba a infectar a medio mundo, Italia decidió recortar el número de parlamentarios. Se aprobó la ley que redujo el número de diputados de 630 a 400 y el de los senadores de 315 a 200.
Ahora en España y Francia los ciudadanos, a través de las redes, círculos y asociaciones debaten el tema. La clase política es también allí demasiado cara. Para tiempos de coronavirus y para lo que viene después.
Aquí elegiremos en mayo (en principio) a un parlamento que decididamente nos sale caro. Sus sueldos, beneficios, pensiones, dietas y chanchullos varios no corresponden a una sociedad que soporta una deuda pública creciente y una producción menguante.
Parlamentarios en exceso, instituciones que se duplican, cargos inorgánicos, ministerios inoperantes. La buena noticia es que hay muchísimo por donde hacerlo. La mala, que el partido en el poder desde hace casi 20 años no lo ha hecho (al contrario, lo ha perfeccionado) y que la victoria de otro partido tampoco es una garantía de que esto vaya a ocurrir.
Si el mundo va a cambiar de alguna manera ésta sería una buena forma de empezar. No necesitamos tanta burocracia, tanto puesto inexplicable e inexplicado, tanto intermediario, comisionista o tantos familiares sin oficio en cargos diplomáticos.
No es solo aquí. Esta crisis ha desnudado a unos cuantos organismos internacionales: dan más ordenes que soluciones y eso ya cansa. De lo que hay que hablar es de empleo y trabajo. Ya se habla de millones de puestos de trabajo perdidos en todo el mundo.
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