Cuando empiezan a mostrar avisos de política en la televisión, los miembros de la familia Higa prefieren mirar hacia otro lado. Eike Higa es gay y planea votar por el candidato izquierdista Fernando Haddad en la segunda ronda del domingo. Pero sus padres se inclinan por Jair Bolsonaro, el legislador de extrema derecha que ha hecho comentarios ofensivos hacia los gays.
Eike trata de no tomárselo con calma. Dice que tiene buena relación con sus padres, con quienes vive en Sao Paulo. Pero “en un clima político como este, siempre reaparecen las viejas inseguridades”.
En todo Brasil, una elección especialmente tensa ha dividido familias y distanciado amigos, haciendo que la gente se pregunte si estas fisuras alterarán para siempre el panorama político y cultural del país más grande de América Latina.
La tensión “se manifiesta con colores vibrantes en estos momentos”, dijo Ana Claudia Duarte Rocha Marques, profesora de antropología de la Universidad de Sao Paulo. “Era una cosa diluida que ahora se hizo más marcada”. Y que podría durar años.
El conglomerado de medios Globo abordó el tema de las relaciones familiares y de amistad resquebrajadas por la política en grupos de chat de WhatsApp y dijo que abundaron los mensajes tipo “dejé mi grupo familiar” o “pelea en mi grupo familiar” a partir de agosto, en que comenzó oficialmente la campaña electoral.
En algunos casos, la elección simplemente agudizó divisiones políticas que ya existían.
Tamara Miranda, ama de casa de 33 años de Río Claro, localidad del estado de Sao Paulo, dice que ella y su padrastro siempre tuvieron diferencias políticas. Ella es de izquierda y él de derecha. Pero esas diferencias no eran demasiado graves… hasta ahora.
Para otros, las particularidades de esta elección –como la total desaparición del centro, que dio paso a una segunda ronda entre dos candidatos muy impopulares– hacen que la gente apoye a políticos que no pueden defender.
Por décadas, las elecciones presidenciales fueron una contienda entre partidos de centro-derecha y de centro-izquierda. Se ponía énfasis en conseguir un consenso ya que el Congreso estaba dividido en más de una docena de partidos.
Pero ese viejo sistema caducó. El descontento, según Marques y otros, comenzó en el 2014, cuando la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, fue reelegida luego de una amarga campaña y la economía comenzó a hundirse. Rousseff fue sometida a un juicio político y destituida dos años después.
Cuando el vicepresidente Michel Temer asumió la presidencia y adoptó reformas económicas promercado, se difundió la idea de que había habido un verdadero golpe. Paralelamente, se desató una amplia investigación de la corrupción en la que terminaron presos numerosos políticos que cobraban sobornos para conceder contratos para obras públicas.
En esa ocasión también abundaron las quejas de gente que decía que el sistema judicial parecía más empeñado en perseguir a los políticos del PT que a los de otros partidos. En la derecha se decía que eso no era cierto y que el PT le había dado una nueva dimensión al cobro de coimas. Todos estos factores avivaron las divisiones, azuzadas por grandes protestas y por la prensa.
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