No es fácil definir a Emmanuel Macron, ni mucho menos asociarlo ligeramente a una filiación política. Descrito como “el presidente de los ricos” por las distintas bases de la izquierda francesa (entre estas voces opositoras, la que más sobresale es la del expresidente François Hollande, quien lo eligiera como su ministro de economía) y como un “blando” por la derecha más extrema, Macron es el fiel reflejo de lo que el hartazgo político puede despertar en los ciudadanos.
En este sentido, Macron y Donald Trump, su homólogo estadounidense, no se diferencian demasiado.
Quizás sea por esto que el mandatario francés es el único líder político de peso que se empeña en mantener una relación amigable con el otrora millonario agente de bienes raíces, ignorando las obvias diferencias. Hay, no obstante, otros puntos de encuentro.
El pasado martes 12 de junio, el presidente galo estuvo en el ojo de la tormenta al declarar que las ayudas sociales cuestan un “pognon de dingue” (un dinero de locos, en un lenguaje coloquial que hizo ruido entre los más eruditos) y no resuelven el problema de la pobreza. La afirmación fue compartida a través de un video publicado en Twitter por su directora de comunicación, Sibeth Ndiaye.
Emmanuel Macron se explayó en su idea “ponemos demasiado dinero, quitamos responsabilidades y estamos en las curativas (…), los pobres siguen siendo pobres”. “Quiero repensar todo el sistema de cuidados (salud)”, agregó.
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